sábado, 7 de junio de 2014

Glenn Miller en Ouistreham

Cuando Angela Merkel pisó la playa de Riva Bella, en Ouistreham, cerca de las tres de la tarde de ayer, la banda militar que amenizaba la llegada de los jefes de Estado y de Gobierno al escenario del acto internacional de conmemoración del 70º aniversario del Desembarco de Normandía tocaba una popular melodía de Glenn Miller, "En forma". Parece difícil creer en la casualidad, dada la forma milimetrada en que los franceses acostumbran a organizar sus actos. Pero el lento goteo con que fueron llegando al lugar los ilustres invitados –con retraso– autoriza a albergar alguna duda.

En todo caso, que la canciller de Alemania fuera recibida en uno de los escenarios clave de la ofensiva aliada del 6 de mayo de 1944 contra el ejército alemán –que empezó a perder ahí la guerra en el frente occidental–, a los sones de un icono musical del american way of life no deja de ser un símbolo del espíritu de reconciliación que presidió la jornada. Lo mismo que el gesto de Merkel de pasar a saludar, uno por uno, a los representantes de los antiguos combatientes. Algo que sólo un puñado de dirigentes internacionales –el presidente norteamericano, Barack Obama, y la reina Isabel II de Inglaterra, entre ellos– acabó haciendo.

A diferencia de las celebraciones del 65º aniversario, pensadas por y para los aliados –es decir, los vencedores de la Segunda Guerra Mundial–, las de ayer quisieron subrayar la unión de todos los beligerantes de antaño. François Hollande fue quien mejor resumió este espíritu en el discurso que pronunció en la playa de Ouistreham, que dedicó a “todas las víctimas del nazismo”. El presidente francés rindió homenaje, naturalmente, a los jóvenes soldados norteamericanos, británicos y canadienses –trufados con algunos de otras naciones ocupadas– que hace setenta años sacrificaron su vida en Normandía para “combatir por la libertad”. Pero también a las víctimas civiles francesas –tantos años olvidadas–, al Ejército Rojo y los pueblos de la antigua Unión Soviética. Y a los alemanes, “víctimas ellos también –subrayó– de una guerra que no era la suya, que nunca debió ser la suya”. Para el presidente francés, la hecatombe que asoló al mundo entre 1939 y 1945 ha dejado a los dirigentes mundiales “el deber de la paz”.

Por detrás de las palabras, sin embargo, la realidad es mucho más áspera, como pone de manifiesto la grave crisis en Ucrania, que ha devuelto a Europa el aire gélido de la Guerra Fría. Y, aunque menos graves, las tensiones en el seno de la Unión Europea, que pueden acabar con una ruptura entre alemanes y británicos.

La playa de Ouistreham –de nombre clave Sword beach–, donde hace setenta años desembarcaron una parte de las tropas británicas, fue ayer el centro de las conmemoraciones del Día D, con la participación no sólo de los dirigentes de 19 países y de la UE, sino también de un millar de veteranos. Pero toda la costa de Normandía fue el escenario de numerosas ceremonias. En los memoriales, en los cementerios –que tantos hay en esta tierra–, se rindió homenaje a los caídos.

El desembarco del 6 de junio de 1944, una de las operaciones militares más audaces y complejas de la historia, ha quedado grabado en la retina de todo el mundo gracias al cine. Y particularmente la carnicería que sufrieron los norteamericanos en la playa de Omaha. Sin embargo, el número de víctimas del Día D fue relativamente limitado. Lo peor vino después. La Batalla de Normandía, que duró en realidad más de dos meses causó 600.000 víctimas –entre militares y civiles–, de las cuales 110.000 muertos.


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